jueves, 9 de mayo de 2013

El lector que piensa Guernica a través de Picasso:


Me cuestiono.???
LA IMPORTANCIA DE LA IMAGEN ( Y DEL IMAGINARIO) EN EL DESARROLLO DE UNA PERSONALIDAD SANA. 
Estamos pasando de una cultura de certezas, y de grandes metarrelatos relativamente estables, a una cultura de la incertidumbre (Hernández, 2000), de múltiples y cambiantes puntos de vista, de significados en continua metamorfosis (Efland, Freedman y Stuhr, 2003). 

Vivimos un mundo interconectado globalmente, tecnológico y mediatizado, en el que nos llega una cantidad ingente de información (pero generalmente fragmentaria, desintegrada e interesada - muchas veces, manipulada-). Aparecen nuevas formas de relacionarse y comunicarse (pero muchas veces de manera virtual y superficial… ¿cultura del “simulacro”, del aparentar?)... 
Tenemos una “visión distorsionada e incompleta” de la realidad…

La construcción cultural de la realidad es muy poderosa

El lector que piensa Guernica a través de Picasso:  






En este caso el referente es un cuadro.
Decir que piense la realidad a través de otra persona. Una persona muerta, cuyos intereses vitales y políticos no tienen en absoluto por qué coincidir con los del lector. De este modo el lector que piensa Guernica a través de Picasso, nosotros que escribimos ahora, lo que hacemos es sustituir la “realidad” por otra realidad distinta, artificial, que es la del cuadro. Dicho de otro modo, construimos nuestra realidad a partir de la imagen.
Esto es muy importante. Estamos comprobando que nuestro modo de “ver” la realidad no es precisamente objetivo. Es totalmente cultural; es inseparable de los referentes culturales que han interaccionado con nosotros. En este caso el referente es un cuadro. Pero puede ser una campaña publicitaria, un determinado modo de vestirnos, una selección intencionada de imágenes informativas, etc.
La construcción cultural de la realidad es muy poderosa. Si volvemos al cuadro de Picasso nos daremos cuenta de que lo que construye nuestra idea de la realidad “Guernica” en realidad nos transmite poquísima información sobre el hecho concreto. No hay ninguna referencia a la población vasca, no hay referencias temporales claras ya que lo único que da una idea de la época es la bombilla de la zona superior, el único referente bélico es...una espada rota, lo que hace muy difícil relacionarlo con lo que de verdad fue la Guerra Civil. Incluso en vez del bombardeo de una población de la zona republicana podría servir perfectamente para representar...el bombardeo de una población del bando nacional, ya que no hay ningún referente republicano. 
Como vemos, apenas da información concreta, y sin embargo es nuestra imagen de Guernica. 
De ello es fácil deducir con qué facilidad el conjunto de imágenes con las que informamos nuestra visión del mundo (pasado y presente) lo que hacen en realidad es construir una determinada manera de ver, antes que describir la realidad objetiva.
Fernando Hernández explica esta capacidad de las imágenes para construir nuestras visiones del mundo hablando de la función mediadora que poseen:
“Entiendo por función mediadora una derivación de la idea de Vigotsky de mediación que conlleva que “el signo es poseedor de significado”. Esto supone que el Arte, los objetos y medios de la Cultura Visual, contribuyen a que los seres humanos construyan su relación-representación con los objetos materiales de cada cultura.
En este sentido la cultura visual ha contribuido a que los individuos fijen las representaciones sobre sí mismos y el mundo y sus modos de pensarse, La importancia primordial de la cultura visual es mediar en el proceso de cómo miramos y cómo nos miramos y contribuir a la producción de mundos, es decir, a que los seres humanos sepan mucho más de lo que han experimentado personalmente, y a que su experiencia de los objetos y los fenómenos que constituyen la realidad sea a través de los objetos mediacionales que denominamos como artísticos”.
(Hernández, 2000, p. 47)

Nuestra relación con las imágenes es compleja. No cabe duda de que estamos en simbiosis con muchas de ellas, y que ellas existen gracias a que las hemos creado y las vamos conservando, a la vez que ellas construyen parte de nuestra existencia.
Nuestra visión del mundo y de la realidad es en muchas ocasiones, experiencia subjetiva, generalmente mediada por otros.

Esta sociedad que nos rodea es eminentemente visual, en ella la imagen tiene un papel importante. Tan importante, que “la pantalla” se ha convertido en el medio de comunicación e información más poderoso y la imagen está en todas partes. Vivimos rodeados de imágenes, un mundo de imágenes poderosas que no solo “ilustran y decoran”, que “poseen significados”, que no son “asépticas”…,
imágenes que afectan en nuestra construcción personal y social.

Las imágenes, los objetos que visualizamos, han sido creados en algún momento por alguien, ya sea a título individual, como un cuadro de Cezanne, o por un equipo de personas, como ocurre con una buena campaña publicitaria. Pasan a existir por un acto humano. No hay más imágenes, al menos tal y como nosotros creemos el mundo, que las que hacen los hombres y las mujeres , los niños y niñas.
Pero una vez creadas, una vez en el mundo, y en contra de lo que se pudiera pensar, las imágenes empiezan a interaccionar con cuanto las rodea. Esa relación unas veces es de fértil colaboración con el hombre, en otras es atrozmente destructora, otras simplemente es insignificante.
Las imágenes son entes dinámicos. Poseen una vida propia. Claro está que no una vida biológica, no son entes vivos como podamos ser los seres humanos o los microbios. Poseen vida porque una vez creadas pasan a relacionarse dialécticamente con todo los que la rodea. Y empiezan a dar sentido a lo que vemos, a la vez que toman sentidos nuevos de lo que las rodea: de otras imágenes, de los comentarios de las personas, de las circunstancias históricas en que son creadas o a las que sobreviven.


Las imágenes, como los textos escritos, prolongan nuestra capacidad para entendernos a nosotros mismos y a la realidad más allá de nuestros límites físicos, tanto corporales y geográficos como temporales: nos llevan a ver antes de que naciéramos, permitirán que seamos vistos cuando nuestros cuerpos hayan sido aniquilados por la muerte, nos permiten mirar dentro del otro, ver cómo palpita su corazón o cómo el SIDA infecta su cuerpo y distinguir con comodidad los asteroides del anillo de Saturno. 
El poder de nuestras tecnologías, lo fácil y barato de producir imágenes y enseñarlas (multiplicado por Internet), la potencia de los medios de comunicación, lo atractivo de la publicidad, etc. hacen que lo visual se pergueñe (ejecutar una cosa o idea con rapidez) como algo cada vez más importante en nuestras vidas: Lo que no cabe duda es que vivimos en un mundo donde tanto el conocimiento, como muchas formas de entendimiento, son visualmente construidas, y donde lo que vemos es tan importante, si no más, que lo que oímos o leemos. (Hernández, 2004).
Pero la relación con las imágenes no es siempre simbiótica, ni tampoco siempre es la de una explotación ventajosa (por seguir con el símil con el que empezábamos este texto). A veces las imágenes poseen un don, un poder mayor que el que les atribuimos, y su capacidad para influirnos o mediatizarnos es también mayor de la que pensábamos. 

Publicistas y políticos conocen esto perfectamente, y juegan sin piedad con la capacidad de las imágenes para estimularnos y afectarnos y para quebrar nuestra voluntad acudiendo a nuestra emotividad, a nuestros temores, a nuestros odios latentes, etc. Del poder de la imagen para aunar voluntades, para disipar reparos morales, para inocular veneno ideológico es tristemente famoso el caso de la propaganda nazi.

En realidad el imaginario no es sólo icónico. Por eso podemos pensar que el IMAGINARIO es el conjunto de imágenes, ideas, conceptos, etc. que construyen la referencia que nosotros usamos para entender la realidad. El imaginario es el marco mental con arreglo al cual nosotros entendemos la realidad
(Aznárez, 2004).

Nuestro imaginario está lleno de las representaciones que otros hacen de la realidad o de nosotros mismos. Esto se debe a que somos muy limitados en el tiempo, en el espacio, en la vida. Por eso necesitamos construir nuestros imaginarios (esos modos de pensar las cosas que creemos tan nuestros) usando también productos de otras personas; opiniones, gestos, relatos, etc. (y porsupuesto imágenes) creados por otros.
(Aznárez, 2004)

No hay un solo imaginario: existen de muchos tipos: imaginarios propios de nuestra cultura más general, de nuestro entorno cercano, imaginarios restringidos... 
Normalmente no reparamos en que la cultura (amplia o local), filtra nuestras ideas, incluso nuestros sentimientos. A través de esa avalancha de imágenes y conceptos, a través también de nuestras vidas, y de nuestro entorno físico, y de nuestra cultura local, y de muchas cosas, los imaginarios se constituyen en bastones que nos sirven de apoyo para recorrer el mundo, en construcciones culturales a través de las que juzgamos y entendemos, incluso nos juzgamos y entendemos nosotros mismos.
A veces, el modo en que la cultura interpreta la realidad está codificado, y es fácilmente perceptible como “costumbre”, como “cultural”: por ejemplo todos sabemos que el negro es un color de luto en nuestro entorno, y que eso es sólo “una costumbre”. Pero la cultura no siempre mediatiza de un modo tan evidente, tan codificado, nuestro modo de percibir la realidad. Es más, lo que es normal es que no reparemos en que la realidad “objetiva”, la que no creemos sujeta a ningún tipo de interferencia, rara vez es tal, y casi siempre está también distorsionada por nuestros filtros culturales y personales. Hasta en la intimidad, cuando pensamos obrar por instinto, los filtros culturales nos enseñan a amar de una determinada manera. 
(Aznárez, 2004).



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